La labor de mamá no es nada fácil, aquellas mujeres que tenemos la fortuna de que llegue a nuestras vidas una hija que además de ser quien nos pone a prueba en todo momento, nos hace sentir que a veces no somos lo suficientemente capaces para llevar al máximo la tarea tan privilegiada y difícil que se nos concede: ser mamá.
Pero al mismo tiempo ese ser humano tan inocente, con miedos ante los cambios que le aporta la vida y con una confianza inigualable hacia su ejemplo a seguir que somos nosotras. Resulta ser en la mayoría de los casos nuestra viva imagen, un molde exacto de nosotras mismas, nuestra hija, aquella personita que te permite reflejarte a cada instante y de quien las personas te dirán: "igualita a ti, se parece tanto en lo físico y en el carácter..." y a causa de lo anterior, a pesar de ser lo que más amas en el mundo, es con quien tienes continuamente discusiones, conflictos emocionales, desacuerdos... porque mamá e hija somos tan similares que parece muchas veces peleamos como dos niñas berrinchudas donde ninguna quiere ceder y ambas quieren ganar, duelo de mujeres de carácter fuerte.
Les comparto el siguiente artículo de un blog muy interesante que he encontrado sobre temas relacionados con la maternidad, cuidado y formación de los hijos. Me agradó mucho esta aportación porque me permitió sensibilizarme ante lo que mi hija pide a gritos... RESPETO y que NO LE GRITE cuando solicito participación activa en su desarrollo y mejora de actitudes.
Mamá, no me grites
Mamá no me grites más, no me
gusta. Siento miedo cuando lo haces, cuando estás gritándome dejo de oír lo que
me dices, me vuelvo sorda y solo veo tu cara de ira, no funciona.
Mamá, si me gritas con
frecuencia, pronto dejaré de escuchar los gritos, pronto dejarán de asustarme.
Si no hago lo que me pides a gritos ¿Qué vas a hacer, mamá? ¿Me vas a gritar
aún más fuerte?
Mamá, acabas con mi autoestima si
me gritas, haces que me sienta culpable, ¿será que todo lo hago mal?, no te veo contenta… Se me olvida el buen rato
que acabamos de pasar juntas si terminamos el día gritando. Es nefasto para mí,
cuando des el portazo y salgas de mi habitación, jugaré con mis muñecas y si no
me obedecen, les gritaré también.
Mamá, a pesar de tus gritos te quiero
mucho, lo sabes ¿no? Eres la mejor madre del mundo. Y como dicen que este amor
es incondicional, seguiré siempre a tu lado. Y cómo dicen también que somos lo
que nuestros padres son, cuando tenga hijos también les gritaré, porque es lo
que tú me has enseñado.
Mamá, los gritos hacen que pierda
el control, como lo pierdes tú.
Dime una cosa, mamá: ¿Si tu jefe
te pidiera las cosas a gritos o simplemente te levantase la voz sólo o en
compañía? ¿Cómo te sentirías? Piénsalo por un instante.
Te lo diré: Te sentirías muy mal,
la rabia y la frustración te invadirían, tendrías ganas de gritarle también o
incluso de pegarle, aunque no lo harías porque él es superior a ti, quizá lo
pagues con el resto de tus compañeros o con tus amigos; harías lo que él te ha
pedido que hagas pero de mala manera, sin optimismo, sin ilusión ninguna. Y
encima creerías que si te grita a ti es porque no eres lo suficientemente buena
y tu autoestima se estrellaría… ¿Verdad? Pues todo eso y mucho más es lo que yo
siento si me gritas. Mucho más porque tú eres mi mamá, y madre no hay más que
una. Eso dicen ¿No?
Mamá, no me grites
Hija, voy a intentar dejar de gritar
Voy a hacer un esfuerzo porque
comprendo todo lo que me estás diciendo y tienes razón. Me tienes que ayudar
¿Te parece?
Vamos a hacer un pacto. Asumiré
que aún eres una niña y voy a utilizar todos los recursos que están a mi
alcance (y no al tuyo porque tú eres una niña) para controlarme.
Si ves que me estoy enfadando y
desaparezco unos minutos, déjame. Necesito ese ratito para PARAR, RESPIRAR
PROFUNDO Y CONTAR HASTA 10.
Una pediatra amiga, me decía que
ella cuando sus hijos la llevaban al límite se encerraba en el baño 5 minutos,
ponía música bien alta y cuando se tranquilizaba salía renovada; sus hijos la
miraban atónitos. Al principio ellos, un chico y una chica, aporreaban la
puerta para que mamá saliera. Ahora ya
saben que si mamá pone la música a tope y se encierra en el baño es que se han
portado fatal y es momento de parar. Voy a hacer lo mismo.
Mis recursos son muchos, y no
puedo limitarme a los tuyos que son pocos o inexistentes. Y además, ¿sabes
hija? Que cada vez que consigamos no terminar una discusión gritando, tú
aprenderás conmigo, descubriremos juntas que hay otras maneras.
Te pediré perdón si he traspasado
el límite. Tú también lo harás.
Mi amiga pediatra, también me
cuenta que ella cuando de nuevo están al borde del precipicio, se arrodillaba a
su altura y les decía: “¿Empezamos de cero?”. Ellos casi siempre respondían con
un abrazo o con una sonrisa… a veces incluso lloraban emocionados.
Ahora, mi amiga dice que son sus
hijos los que de vez en cuando si ella está muy enfadada le dicen: “¿Mami,
empezamos de cero?”- y mi amiga sonríe… no lo puede evitar. Les quiere tanto.
Tienes razón con lo de mi jefe.
¡Qué bien sienta que te llame tu jefe y te diga lo bien que has hecho el
trabajo y lo orgulloso que se siente! Aunque eso hija, ya lo aprenderás, pasa
muy poquitas veces. Yo no soy jefa, soy tu madre que es mucho mejor y por eso,
aplaudiré todos tus logros, potenciaré tus puntos positivos, verás lo
contentísima que estoy cuando haces las cosas bien. Eso te animará a seguir
haciéndolas porque las dos estaremos felices.
Escucharé todo lo que tengas que
decirme, te dejaré hablar e intentaré ponerme en tu lugar. Eso se llama
empatía.
Si he tenido un mal día en el
trabajo, hago el firme propósito de dejar los problemas lejos de casa, lejos de
nuestra convivencia y lo repetiré todos los días antes de entrar en casa. Me repetiré
una y otra vez que debo dar ejemplo y que tú serás y ya eres, lo que yo soy.
Así que, hija ¿qué me dices?
¿Empezamos de cero?
[http://luciamipediatra.com/mama-no-grites/]
Tomado de blog de Lucia, mi pediatra
No hay comentarios.:
Publicar un comentario