A pesar de tanto tiempo después de ti, confieso que
te extraño...
Añoro a ese hombre que me miraba como si fuera la
primera vez, extraño ser tu princesa y la dueña de tus noches pensándome de mil
maneras a tú lado. Me hace falta ser tú Musa, la nena que te dibujaba una
sonrisa cada vez que me observabas a lo lejos. Extraño esa conexión que teníamos en la intimidad con una simple mirada que nos permitía reconocernos el alma e identificar el pensamiento más profundo. Si volviera a nacer,
volvería a encontrarte y quererte, sólo cambiaría una cosa: disfrutar cada instante con mayor detalle.
No me arrepiento de nada, me encantó ser en
algún momento de nuestras vidas tú mejor presente, adoraba cómo me seguías con
esa mirada de lobo cada vez que pasaba a tú lado y debíamos disimular cordura y
buen comportamiento, me fascina recordar cómo te sonsacaba para portarte mal,
cómo nos buscábamos mutuamente para darnos momentos de felicidad y escaparnos
un rato de la realidad.
Hablar contigo horas y horas sin sentir pasar el
tiempo, soñar despierta en mil cosas y locuras que haríamos juntos y en
especial disfrutar de instantes irrepetibles, de vivencias inigualables, jugar
como niños, tener conversaciones intelectuales e intensas como nadie, escuchar
música, reír, carcajear, hacer ejercicio juntos, tener momentos interminables
llenos de pasión y aun así desear más y más de ti, de tus caricias, apapachos y
besos.
He de confesar, aunque hiera el ego de algunos
hombres, has sido mi mejor amante y no sólo refiriéndome a la intimidad, hay
más cosas que te definen: el modo de tratarme, la manera de hablarme, las miradas y el respeto que siempre me tuviste. La libertad, confianza y
espacio que me dabas hacían que deseara permanecer contigo, seguridad y
acciones que pocas veces refleja un hombre enamorado. No hay hombre que compita
contigo, mi mejor record de orgasmos, mi mayor satisfacción al verte gozar,
quien me enseñó a seducir de una manera tan natural, sólo porque me inspirabas.
Eres con quien más he reído y disfrutado mi sexualidad, me sentía libre y
hermosa mientras me dejaba llevar por esos momentos que propiciabas al dejarme
ser mujer. No hay una sola vez en que me inhibiera contigo, en todo momento fui
mi mejor versión.
La música en mi interior mientras estuvimos juntos
era diferente, mis días eran alegres, iluminados… durante el tiempo que permanecimos como pareja
inexplicablemente sacabas lo mejor de mí, era otra persona, más inteligente, me
sentía con mucha energía, optimista, siempre sonriente, radiante, hermosa... en
fin, me sentía la mujer más dichosa del mundo.
Sin embargo todo lo anterior terminó, llegó el día
en que desperté y me di cuenta que ese juego de seducción podría seguir toda la
vida mientras yo veía pasar mis días sin objetivos personales, sólo disfrutándote
en tus tiempos libres y ¿dónde quedaba yo? mis sueños, anhelos y proyectos al
lado de alguien que me acompañara en el viaje de la vida. De algo estoy
segura ahora, no quiero envejecer sola pero también quiero ser más que un
instante en la vida de alguien. Te extraño muchísimo, lo acepto, aún
lloro algunas noches por tú ausencia, aún me entristece ver parejas que se
miran con la intensidad y amor que nosotros lo hacíamos. No he encontrado
en nadie más algo igual o mejor que todo aquello que teníamos juntos. Y te consta que lo he intentado... coincidir
contigo en esta vida fue un placer, aunque tarde fue que nos encontramos.
Ahora que te miro, no veo en ti lo que alguna vez
logre provocarte, me has superado, lo sé y lo siento con tú trato, es incómodo
reconocerlo. Quizás me has olvidado y encontraste en alguien más lo que
veías y tenías en mí. Es triste pensarlo de esa manera pero... no me demuestras
lo contrario cuando hemos estado juntos y a solas. Ya no me buscas más,
ya no está ese lobo sediento acechándome en todo momento, ya no siento tú deseo
y ansiedad por tenerme y retenerme. En conclusión, tú Musa, tú princesa
ya no soy yo.
Con el corazón destrozado y dispuesta a continuar mi camino,
Siempre tuya, tú princesa y Musa.
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