domingo, 30 de agosto de 2015

Amar en libertad... ¡déjame volar!

Es común observar aquellos individuos que añoran encontrar el amor, almas solitarias que están dispuestas a hacer los cambios que sean en su vida por no tener un minuto más de soledad en ella, dispuestos a adaptarse a alguien más, a dejar de hacer algunas cosas o modificar otras para ajustarse a alguien que les traiga compañía, momentos de alegría compartida y miles de cosas más... 
Y al paso del tiempo cuando la vida les da esa oportunidad, estando en una relación de años se quejan ahora de que quisieran independencia, tener una vida con tiempo para ellos, para sus cosas, que han perdido su esencia por agradar a su pareja, que si tan solo pudieran tener un respiro sería fabuloso, que quizás sería mejor estar solos...

Ufff! que desilusión darnos cuenta de eso, triste que después de tantos años y tantos intentos de relaciones fallidas, el ser humano no entiende la clave de estar con alguien, buscamos "compañía", un "compañer@ de vida" no una salvación, ni un cambio, tampoco buscamos sumisión y mucho menos algo a la medida pero nos aferramos a esas ideas erróneas, creemos que felicidad en pareja es sinónimo de pertenencia, correspondencia y hacer todo juntos, confiarnos todos los secretos de lo que hacemos en el día a día, estar juntos y ser inseparables. 

Demos un vistazo a la siguiente reflexión y valoremos la compañía, dejemos ser y seamos libres, disfrutemos lo que llega sin aferrarnos a nada, sólo vivir el instante... la felicidad está en uno, la alegría y gozo de cada momento depende de la percepción y aceptación personal.

Una antigua leyenda Sioux cuenta que una vez, hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, llegaron, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros y Viento rojo una de las más respetadas mujeres de la tribu...

Nos amamos- dijo el joven.
Y nos vamos a casar- siguió ella.
Y tanto nos queremos que tenemos miedo. Así que queremos pedirte un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte. Por favor, repitieron, ¿hay algo que podamos hacer?.

El viejo los miró y se emocionó de verlos tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra...
Hay algo…-dijo el viejo después de una larga pausa-; pero no sé. Es una tarea difícil y sacrificada.
No importa- dijeron los dos. Lo que sea...
Bien -dijo el brujo-, Viento rojo, ¿Ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste?
La joven asintió en silencio..
Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo-, deberás escalar la montaña del trueno y cuando llegues a la cima, encontrar la más brava de todas las águilas; y solamente con tus manos y una red deberás atraparla sin herirla y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Viento rojo.
Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur…

 El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves.
El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas.
Los jóvenes hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo los pájaros cazados.
Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe...
¿Volaban alto? preguntó el brujo.
Sin duda, aquí están como lo pediste… ¿y ahora? -preguntó ella. ¿Los mataremos y beberemos el honor de su sangre?
No -dijo el viejo-.
¿Los cocinaremos y comeremos el valor de su carne? -preguntó el.
No -repitió el viejo- Hagan lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.
El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron las aves.
El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre ellas hasta lastimarse.

Este es el conjuro. Jamás olviden lo que han visto, son ustedes, como un águila y un halcón: si se atan el uno al otro aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además tarde o temprano, empezarán a lastimarse. Amen en libertad, déjense ser  no intenten jalar y atar a quien no quiera estar...

Porque somos mujeres... aunque seamos guerreras

Muchas veces cuando los hombres identifican a una mujer independiente dejan de lado las atenciones que necesita cualquier princesa aunque sea una princesa guerrera.  

Las mujeres podemos tener un carácter fuerte, ser personas autónomas, mamás y papás si la vida nos dicta ese camino, seres humanos fuertes en todos los sentidos e independientes, eso no significa que no contemos con aquellas características "femeninas" que nos conforman, una de ellas, que me atrevo a decir TODA mujer tiene, es el degustar cuando nos sentimos cuidadas, amadas y protegidas pese a que se note no lo necesitemos. 
Nos gustan los hombres que ponen atención en esas pequeñas cosas que nos hacen notar están presentes.

Les dejo este escrito que encontré por ahí hace algún tiempo, espero les guste:

Luis Fernandez, actor, y escritor venezolano y esposo de Mimí Lazo, lanzó la campaña: “Salvemos a las mujeres”, mira lo acertado y hermoso que dice...

1. Alimentación correcta: Nadie vive de la brisa. Mujer vive de cariño. Dele en abundancia. Besos matinales y un “yo te amo” al desayuno las mantienen bellas y perfumadas durante todo el día. Un abrazo diario, hablar con ellas es como el agua para los helechos. No la deje deshidratarse. Si su hombre no hace eso, búsquese uno que lo haga.
2. Flores: También hacen parte del menú. Mujer que no recibe flores se marchita rápidamente y adquiere rasgos masculinos como la brusquedad y el trato áspero.
3. Hábitat: La mujer no puede vivir en cautiverio. Si está enjaulada, huirá o morirá por dentro. No hay cadenas que las aten y las que se someten a la jaula pierden su ADN.
4. Respete la naturaleza: ¿No soporta la TPM (tensión pre-menstrual)? Cásese con un hombre. Las mujeres menstrúan, lloran por cualquier cosa, les gusta hablar de cómo les fue en el día, de discutir sobre la relación. Si quiere vivir con una mujer, prepárese para eso.
5. No restrinja su vanidad: Es propio de la mujer pintarse las uñas, los labios, estar todo un día en el salón de belleza, coleccionar zarcillos, comprarse muchos zapatos y carteras, pasar horas escogiendo ropa en un centro comercial. Comprenda todo esto y apoyela.
6. El cerebro femenino no es un mito: Mujer sin cerebro no es mujer, sino un simple objeto decorativo. Algunas le mostrarán que tienen más materia gris que usted.
7. No haga sombra sobre ella: Si usted quiere ser un gran hombre tenga una mujer a su lado, nunca atrás. De esa forma, cuando ella brille, usted se bronceará. Sin embargo, si ella está atrás, usted llevará una patada en el trasero.
8. Acepte: Las mujeres también tienen luz propia y no dependen de un hombre para brillar.

Mi amigo, si usted piensa que la mujer es demasiado costosa, fastidiosa o complicada ES UN POBRE HOMBRE!!! Las Mujeres son una Bendición

Luis Fernandez
Campaña: “Salvemos a las mujeres”

miércoles, 12 de agosto de 2015

AmOr...

-“Te amo” - dijo el principito…
-“Yo también te quiero” - dijo la rosa.
-“No es lo mismo” - respondió él…



"Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las espectativas personales de afecto, de compañía…
Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.
Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.

Amar es desear lo mejor para el otro, aún cuando tenga motivaciones muy distintas.
Amar es permitir que seas feliz, aún cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento.
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del otro.
Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, solo se dá en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza.
Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía.
Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.
Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”

-“Ya entendí” - dijo la rosa.
-” No lo entiendas, vívelo” -dijo el principito.

martes, 4 de agosto de 2015

Carta de una madre que trabaja a una madre de tiempo completo y viceversa


Desde hace varios años inicié una etapa de mi vida en que dejo a mis hijos alejados de mi durante esas largas horas de trabajo en la oficina y es común tener sentimientos de culpa y tristeza cuando no estas con ellos, cuando te necesitan y escuchas sus vocesitas del otro lado de la bocina en una llamada telefónica para que sepan estás ahí  y para llenar ese hueco con ello.
Para aquellas mujeres que pasamos de ser amas de casa y mamás de tiempo completo a mamás que trabajamos; muchas veces nos sentimos perdidas cuando debemos trabajar y ser madres al mismo tiempo y nos culpamos cada día que debemos despedirnos de nuestros angelitos y ver sus caritas tristes y sus lágrimas correr por sus mejillas, cuando se abrazan fuertemente de nuestras piernas y nos piden quedarnos a jugar, nos ruegan no irnos... es tan doloroso dar la media vuelta y marcharnos ante estos actos de nuestros pequeños, pero imposible ceder y complacerlos, más cuando somos el sostén de una familia.

Pero si escuchamos una conversación entre un grupo de mujeres que siempre han trabajado, es común comenten sobre las mamás que lo tienen todo fácil y que se la pasan descansando porque únicamente se dedican a ser mamás.  De la misma forma ocurre cuando observamos a un grupo de mamás de tiempo completo conversar sobre aquellas mamás que descuidan tanto a sus pequeños por la vanidad de querer todo en la vida: trabajar, ser exitosas profesionalmente y sentirse mamás.

Mucha rivalidad hay entre las mamás que trabajan y las que se dedican a sus hijos. ¿Pero qué pasaría si se escribieran una carta mutuamente con la sinceridad de lo que realmente admiran entre ellas? En el portal Healthy Doctor, se hizo la prueba. Éste fue el resultado:


Querida mamá de tiempo completo:

Algunos te han cuestionado qué haces todo el día en tu casa. Yo sé lo que haces. Lo sé porque yo también soy mamá y por mucho tiempo lo hice.

Sé que tu trabajo no es remunerado económicamente, y muchas veces tampoco agradecido. Empieza desde que despiertas y no termina cuando te vas a dormir. Sé que trabajas fines de semanas y noches, sin ningún horario de salida. Sé que las recompensas son muy buenas, pero pocas.

Sé que rara vez  tomas el té o café caliente. Que tu atención siempre está dividida. Sé que probablemente no consigues ningún tiempo de inactividad cuando estás en tu propia casa, a menos que tengas un solo niño que todavía tome siestas en el día.

Sé los desafíos a los que te enfrentas diario, normalmente sin ningún apoyo de otros, ni respaldo. Las rabietas de los niños, los accidentes del baño, las batallas en la comida, los crayones en las paredes, la rivalidad entre hermanos, el bebé que parece que nunca deja de llorar. Sé que parece que el trabajo nunca acaba, como un círculo infinito –compras la comida, la preparas, la cocinas, tratas de que tus hijos la coman, la limpias del piso, lavas los trastes, y repites en tres horas–.

Sé que fantaseas sobre tener una hora para ti, para comer en paz, o dormir en la tarde. Sé que a veces te cuestionas si todo esto vale la pena, y sientes envidia de tus amigos que están tomando un café en el trabajo. Sé que a veces cuando regresa tu esposo a casa, después del trabajo, quiere poner sus pies arriba, justo en el momento en el que tú necesitas un respiro de todo, y esto puede hacerte llorar.

Sé que eres incomprendida por tantos, que no entienden las dificultades de cuidar a niños pequeños tú sola, todo el día. Imaginan que pasas todo el día tomando café en lo que tus hijos juegan, en silencio. Sé que extrañas tu independencia económica. Sé que te irrita cuando la gente dice “¡gracias a dios que es viernes!”, porque para ti, todos los días son iguales. No hay viernes, ni horas de salida en tu trabajo. Sé que muchas personas no entienden que tú, en efecto, trabajas. Nada más que es un trabajo sin paga en tu casa.


Mamá de tiempo completo, no sé cómo le haces. Admiro tu infinita paciencia, tu habilidad de enfrentar cada día con una sonrisa y de llevarles felicidad a tus hijos, aun cuando ellos te acaban. Admiro tu dedicación de ser una presencia constante en la vida de tus hijos, aun si no siempre es fácil. Admiro la forma en la que trabajas sin expectativas de ser recompensada –no ascensos, no fama, no salario–. Sé que quieres que tus hijos se sientan importantes y amados, y eso… es lo que mejor haces.

Sólo quería que supieras que lo entiendo. Las dos somos mamás. Y lo sé.

Saludos desde las trincheras,
La madre que trabaja

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Querida Mamá que trabaja:

Sé que a veces eres juzgada por otros por dejar a tus hijos en manos de otros, para trabajar. Algunos incluso insinúan que no amas a tus hijos tanto como las mamás de tiempo completo, y que es mucho mejor para los niños estar en casa con sus madres.

¿Cómo pueden decir esto sobre ti? Yo sé que amas a tus hijos tanto como cualquier otra mamá. Sé que la decisión de regresar a trabajar no fue fácil. Consideraste los pros y contras, mucho antes de siquiera concebir al bebé. Ha sido una de las decisiones más importantes de tu vida.

Te veo en todos lados. Eres la doctora a la que llevo a mi hijo cuando se enferma. La especialista en alergias, la que le diagnosticó a mi hija la reacción alérgica al cacahuate. Eres la psicoterapeuta que trató la espalda de mi esposo. La contadora que hace nuestros impuestos. La maestra de primaria de mis hijos. La directora de nuestro centro de cuidado. La maestra de gimnasia de mi hija. El agente de bienes raíces que nos vendió la casa. ¿Qué clase de mundo sería si no pudieras estar ahí para nosotras? Si hubieras sucumbido a la presión de los que te insistieron que el lugar de una madre es en la casa.

Sé que consideras a tu familia en cada trabajo que tomas y que has incuso rechazado algunas buenas oportunidades porque imposible adaptarlas a tu rol de vida como mamá.  Sé que te paras una hora antes que nadie, para poder hacer ejercicio y tener un tiempo para ti. Sé que vas a juntas después de haber estado toda la noche despierta por tu bebé. Sé que cuando regresas a la casa en la noche, empieza tu segundo “trabajo”. Los que están en contra no entienden que atiendes una casa y mantienes un trabajo. Llegas a la casa, cocinas la cena, bañas a los niños y les lees historias. Los tapas y les das el beso de buenas noches. Pagas las cuentas, haces la compra del súper, lavas la ropa, los platos, tal como cualquier otra mamá.

Sé que seguido te sientes culpable sobre pasar tiempo lejos de tus hijos, así que sacrificas tu propio tiempo. Sé que no puedes tomarte “un día libre” para ti, cuando tus hijos están en la guardería o la escuela. Sé que aceptas que el trabajo es tu “tiempo libre”, por ahora. Sé que cuando estás en el trabajo no malgastas ni un solo minuto. Sé que comes en tu escritorio, no sales por café, y eres completamente dedicada y concentrada en tu trabajo. Al final, tú decides estar ahí. Quieres estar ahí.

Sé lo exigente que eres sobre la gente que cuida a tus hijos, y que esas guarderías ofrecen excelente cuidado. Sé que sólo dejas a tus hijos en un lugar en el que estás segura que son cuidados y amados. Sé que pasas muchos días cuidando a tus hijos cuando están enfermos, y sacrificas parte de tu quincena. Sé que secretamente te encantan esos días, y disfrutas estar con tus hijos.


Sé que a veces te sientes culpable de no estar ahí todo el tiempo. Pero, madre que trabaja… estás poniendo un ejemplo maravilloso a tus hijos. Les estás demostrando que una mujer puede tener una carrera y contribuir de cierta manera fuera de la casa, y aun así ser una madre amorosos. Les estás enseñando a tus hijas que pueden hacer lo que sea que se propongan en la vida. Estás mostrando fortaleza, dedicación, tenacidad, y lo haces con mucho gusto y amor.

Sólo quería que supieras que te entiendo. Porque las dos somos madres.

Saludos desde las trincheras,
Madre de tiempo completo